Isidro Lapuente

El presente artículo tiene por objetivo confirmar la importancia y necesidad de la utilización de las metáforas como recurso en el acto conversacional realizado en procesos de cambio personal por profesionales cualificados, bien sean en procesos de coaching, ya en técnicas por tratamientos psicoterapéuticos o en realización de intervenciones motivacionales diversas.

La entrevista motivacional aporta un modo constructivo de superar retos y posibles miedos personales que requieren cambios de significados en la persona o grupo que lo demanda. En esta interacción conversacional la conexión acción y lenguaje resulta determinante para el proceso de cambio pretendido donde la utilización de la metáfora hace de catalizador preciso en dicha metodología conversacional.

La narrativa como proceso constructivista con utilización de la metáfora enfatiza en la significación que las personas otorgan a su experiencia por lo que la mayor evocación y práctica imaginativa logra una reestructuración, explicación y autorreconocimiento personal emocional.

La evolución de las conversaciones y la generación de una solvente información compartida se potencian con metáforas y suponen una orientación adecuada del conductor de la reunión conversacional en formato entrevista semidirigida estableciendo una intervención productiva sobre la parte emocional y afectiva personal al detectar e identificar mejor las emociones y generar así un cambio en la identidad propia de la persona y del grupo al que pertenece.

La entrevista y la narrativa conversacional. Modelo narrativo constructivista y construccionista en el análisis conversacional.

La entrevista motivacional es un estilo de conversación colaborativo que tiene la función de reforzar la motivación y el compromiso de la persona con el cambio. La entrevista motivacional está orientada a uno o varios objetivos y presta especial atención al lenguaje. A partir de cambios significativos en el lenguaje se refuerza la motivación personal y el compromiso con objetivos precisos explorando los motivos de la propia persona para cambiar en un contexto de aceptación y responsabilidad (Miller y Rollnick, 2015).

El estudio de las palabras que emplea una persona en su intervención conversacional permite acceder a la comprensión del significado subjetivo que tiene dicha persona de sí misma y de su relación con el entorno, clave en todo proceso de cambio. Significados tanto de tipo cognitivo y afectivo como valorativos propios de su comportamiento cotidiano. Desde esta perspectiva se debe entender el proceso de cambio personal como un cambio de significados representacionales (Valdés, Krause y Álamo, 2011).

Todo análisis de la conversación debe exponer de qué manera se construye la significación entre quienes participan en una interacción comunicativa de ese tipo. Comprobar la calidad de conocimientos y expectativas, negociando y creando el sentido de lo que pasa en esa interacción. La comunicación es, por tanto, un proceso de interpretación de intenciones que se manifiesta directa o indirectamente por presuposiciones y evocaciones de situaciones semejantes. La interpretación se lleva a cabo a través de las continuas inferencias de contextualización. Se realiza un análisis sistémico atendiendo a la organización y gestión de los turnos, así como a los ritos de la interacción, reflejo preciso de las relaciones sociales (Zlachevsky, 2014).

El proceso de cambio desde la narrativa se produce necesariamente en el lenguaje al significar de una manera distinta los acontecimientos que se externalizan por la palabra y en interacción con los otros. Se trata entonces de una construcción de narrativa nueva reelaborando creencias, motivaciones y significaciones en base a una nueva cultura generada (Zlachevsky, 2014).

Desde las entrevistas motivacionales encaminadas a generar procesos de cambio personal emocional-afectivo, desde el lenguaje, desde la relación social y la interacción socioafectiva se posibilita un concepto del yo. Una noción de pasado y futuro brota por medio del intercambio de símbolos y del surgimiento de la creación de narraciones, ficciones e historias. El sentido de la propia identidad emerge con la conciencia y con la capacidad explícita de construir escenas pasadas y futuras positivizadas desde la capacidad semántica y la capacidad lingüística(Rodríguez Vega y Fernández Liria, 2006).

En ese sentido, la utilización de la metáfora permite la apertura de las emociones y significados a través de la conexión existente con el profesional que dirige la entrevista conversacional, permitiendo constituirse como una herramienta que promueve y aporta nuevas significaciones de situaciones complejas de la persona y grupos en proceso de cambio emocional-afectivo. Por medio de la utilización de la metáfora se reflexiona y genera una narrativa conversacional que reordena y construye conceptualizaciones existenciales de los sujetos en dicho proceso (Vanegas Villegas y Delgado López, 2020).

La utilización de metáforas como recurso complementario en procesos de cambio emocional de personas y/o de organizaciones es muy positivo pues genera menor resistencia, facilita la comprensión de conceptos abstractos y un mejor recuerdo.  Las metáforas no resuelven directamente los problemas, pero ayudan a comprender situaciones de conflicto y depresión consiguiendo reinterpretar situaciones favoreciendo una nueva perspectiva. La elección de la metáfora a utilizar se realizará en tanto sea procedente de acuerdo con las características de las personas, de la situación, de la relación establecida y del propio proceso de intervención (García, Pando y Arcos, 2015).

Conceptualización, categorización y cognición.

En todo contenido básico de conocimiento humano la conceptualización y la categorización posibilitan la integración y el mejor manejo de la información constituyendo un instrumento esencial para la asimilación de la experiencia. Son de hecho, dichos procesos, el inicio de procesos de conocimiento más complejos: inferencia, razonamiento y argumentación. La metáfora aquí se constituye como el elemento principal del lenguaje, esencia de este desempeñando el rol de hipótesis interpretativa al asignar contenido proposicional a las estructuras lingüísticas (Bustos, 1994).

Para el ajuste adecuado de estos procesos de mayor complejidad la utilización de la metáfora hace que la conceptualización y categorización de lo expresado sea posibilitado en mayor medida por la representación y la creación de imágenes esquemáticas mediante proyecciones metafóricas. La teoría cognitiva de la metáfora iniciada en los años ’80 por Lakoff y Jhonson y continuada en los ’90 por Sweetser, constituye un elemento esencial de la teoría de la mente corpórea: el ser humano construye sistemas conceptuales abstractos desde imágenes esquemáticas y conceptos ligados a su experiencia (Bustos, 2004).

Siguiendo a Lakoff (1993), la teoría general de la metáfora viene dada por la caracterización de las asignaciones entre dominios y en el proceso de creación de conceptos abstractos cotidianos como tiempo, estados, cambio, causalidad y propósitos (Lakoff, 1993).

El mecanismo básico de la metáfora es, entonces, la proyección sobre un dominio conceptual en términos de otro de donde surge una imagen esquemática que conceptualiza el razonamiento abstracto. Las metáforas conceptuales se encuentran, por tanto, en la experiencia personal y en contextualizaciones similares en cuanto a los recursos cognitivos. Recursos y funciones cognitivas que tienen que ver con la asimilación, la integración y la dinámica de la experiencia.

La metáfora es una especie de desplazamiento o desviación fundamentalmente de corte referencial. Es una integración de algo familiar y de algo extraño que la utilización de la metáfora nos aporta como propio (Bustos, 1992).

Precisamente, los procesos de cambio personal y grupal emocional-afectivo requieren en esencia la identificación. Las emociones requieren de una estructura de narración de lo sucedido. La comprensión de cada una de nuestras emociones se nos presenta incompleta hasta que la historia narrativa se comprende. Las narrativas son importantes ya que muestran la necesidad de comprender las emociones y son importantes por lo que hacen en la vida emocional. La indagación en torno a las emociones depende en gran medida de la relación entre el lenguaje y la interacción social. La construcción de la relación sujetos-objetos se produce fundamentalmente por la confianza, emoción secundaria qué representa lazos afectivos de los sujetos, determinante para acceder a una emoción primaria (Belli, Broncano y López, 2020).

Asimismo, Belli, S.; Broncano, F.; López Raventós, C. (2020), consideran que el lenguaje es una herramienta de la vida emocional que modifica y materializa la actividad emocional siendo además una herramienta creativa para solucionar conflictos emocionales en nuestras vidas. El tiempo y el contexto cambian y las emociones presentan una perspectiva externa y distante de lo ocurrido por lo que las personas no sienten la misma emoción a lo largo del tiempo (Belli, Broncano y López, 2020).

En ese sentido, la teoría cognitiva de la metáfora sostiene que las emociones están fuertemente estructuradas y por ello es precisamente un gran recurso estructural. El efecto cognitivo de la aplicación de la metáfora sugiere que el conocimiento dispuesto es un conocimiento compartido sociocultural y contextual que se proyecta sobre el dominio metaforizado, en este caso de la emoción. De esta manera se puede integrar en la memoria y relacionarlo con otros conceptos (Bustos, 2004).

Una narrativa tiene la función de describir nuestro mundo y justificarlo dando un sentido ajustado a nuestras experiencias. La importancia y necesidad, por tanto, de ejercer narrativa sobre nuestras emociones se deriva de la aparición de las emociones como estructuras complejas que incluyen más de una emoción simultáneamente. Es en este punto donde el lenguaje nos ayuda para descubrir nuestras emociones. Las narrativas en dicha circunstancia son instrumentos para la comprensión de estas emociones desempeñando las funciones de descripción de la situación justificando lo que aprendemos y haciéndonos conscientes de lo que ocurre en nuestras vidas (Nussbaum, 2008).

A través del lenguaje es como expresamos nuestra experiencia, nuestro pensamiento y nuestra relación con el mundo que nos rodea. La lingüística cognitiva concibe el lenguaje precisamente como relacionado fuertemente con nuestra percepción y categorización del mundo. Conceptualización que posibilita agrupar nuestras experiencias y relacionarlas con otras experiencias y poder razonar sobre ellas al construir nuevos conceptos e integrando mejor la información para mejorar nuestra existencia (Bustos, 2004).

Como apunta Bustos (2004): “La teoría cognitiva de la metáfora puede contribuir no solo a unificar fenómenos culturales aparentemente dispersos, sino a considerarlos bajo una lente que les dota de una nueva dimensión, la de ser manifestación de la socialización de procesos cognitivos individuales” (Bustos, 2004).